miércoles, 7 de diciembre de 2016

El retrato que Velazquez hizo al rey en 1631 como nuevo prototipo


Abstract
 
 The author studies a portrait of Philip IV of excellent quality clearly related to the iconographic series of the royal couple of Philip and Isabel of Borbon which appeared at a sales gallery in Madrid attributed to the Velázquez`s workshop. The article reviews the almost unanimous opinions which consider the portraits of the king now in Viena, Saint Petersburg and Hampton Court as copies based on a prototype by Velázquez. It follows the trail of the prototype, executed upon the return of the painter from Italy in 1631, proposing in conclusion that is the portrait described in the 1794 Inventory of the Buen Retiro palace in  the “second manner”, meaning the image of  the personage with long hair, moustache and the prominent jaw of the Habsburgs. The author believes this picture, which had been judged authentic by Bardi in 1971, could be the lost original damaged by fire during the War of Independence. Ends with a review of the debate about the resemblance in Velazquez´s king portraits  
                                            
Para situarnos en el entorno histórico del objetivo de este estudio acudimos a Francisco Pacheco que en su Arte de la Pintura (1638) describe así el regreso de su yerno Diego Velázquez a España de su primer viaje a Italia:”Determinóse de volver a España, por la mucha falta que hacía…Volvió a Madrid después de año y medio de ausencia y llegó al principio del de 1631. Fue muy bien recebido de el CondeDuque; mandóle luego a besar la mano a su Majestad, agradeciéndole mucho no haberse dexado retratar de otro pintor, y aguardándole para retratar al Príncipe, lo cual hizo puntualmente; y su Majestad se holgó mucho con su venida” etc.

El Corpus Velazqueño reproduce una orden de pago a Velázquez de 24 de setiembre de 1632 de mil cien reales “que se le mandaron dar para aparejar unos lienzos de unos retratos de Sus Majestades que habrán de enviar a Alemania”.

Existe en la bibliografía de Velázquez unanimidad casi absoluta en considerar los retratos reales del museo de Viena, que son evidentemente a los que se refiere la citada orden de pago, representando a Felipe IV e Isabel de Borbón, como obras del taller del pintor realizados bajo su dirección copiando originales del maestro que se han perdido. Como nuestro estudio se centra en el retrato del rey, mostraremos en primer lugar, siguiendo a López-Rey – Velazquez: A Catalogue raisonné, London 1963 n.246 - el cuadro del Kunsthistorisches Museum de Viena (fig.1) único de esta serie iconográfica que incluye como “pintado por Velázquez” pero “con la colaboración de discípulos”. El cuadro está considerablemente recortado ya que presenta al soberano de tres cuartos .El fondo con una cortinas de color rojo intenso – probablemente muy restaurado - deja ver solamente un detalle de una balaustrada exterior. En el Hermitage de San Petersburgo se guarda un cuadro con la figura del rey casi igual al de Viena excepto que aquí conserva el cuerpo entero y el fondo original con muebles y una balaustrada. López-Rey lo asigna “probablemente al taller de Velázquez”. En tercer lugar hay que tener en cuenta como lo hace este autor (aun declarando no haberlo visto ni darle ninguna calificación) el ejemplar de la colección Offenheim de la antigua Checoslovaquia que tiene analogías con los dos anteriores. Tiene rasgos diferenciales que le sitúan aparte, el retrato del rey de esta serie del bien documentado trío familiar de Hampton Court que estudiamos más adelante. El retrato, desconocido hasta ahora,  que reproduce Álvaro Pascual Chenel (El retrato de Estado durante el reinado de Carlos II, Madrid 2010 Fig, 52) que posee un coleccionista suizo nos parece que la cabeza es copia del retrato del soberano de viejo actualmente en la National Gallery mientras que el cuerpo y atuendo siguen el modelo del prototipo aquí estudiado con la adición del detalle del reloj al fondo. El libro de López-Rey dejó fuera de su catálogo otras varias copias de la pareja real de Felipe e Isabel localizadas en España que se mencionan posteriormente.


                          Figura 1Velázquez y taller, Felipe IV, Kunsthistorisches Museum Viena

Cruzada, además de descubrir el documento citado, defendió la autoría del primer pintor del rey de los retratos enviados a la Corte Imperial. Pero desde Beruete (1906) hasta Salort (2008), Bennassar (2010) y Valdovinos (2012) pasando por Allende-Salazar, Mayer, Trapier, López Rey, Gaya Nuño, Gudiol, Marías, Garrido y Brown predomina el dictamen negativo y la creencia en que todos los retratos de este tipo se basan en un modelo perdido. Pantorba (1955) sigue a Cruzada al igual que Camón (1964). Éste considera auténticos los cuadros de Viena y los defiende frente al juicio de Beruete que los juzgaba poco interesantes aunque salva el de la reina que defiende como auténtico. Como ejemplo de la opinión general citaremos a Brown: “A su regreso a Madrid a principios de 1631 Velázquez…se puso a pintar el retrato del príncipe Baltasar Carlos, nacido en su ausencia…Velázquez pintó también entonces, al parecer, otro retrato de Felipe IV. Aunque este retrato ya no existe, lo tenemos reflejado en una serie de versiones y copias, una de las cuales puede fecharse en septiembre de 1632, cuando sabemos que se estaba preparando para su envío a Viena”.Reproduce el retrato del rey del museo de Viena asignándolo a Velázquez y su taller. (Jonathan Brown, Velazquez, painter and courtier Yale Un. Press 1986, p.79). El mismo autor en un texto posterior resalta que “el primer viaje a Italia fue el punto de inflexión más importante de su carrera artística” y que “cargado con la excitación de su estancia italiana, Velázquez tuvo un arrebato de  energía creadora que le impulsó a exhibir esa nueva brillantez que acababa de encontrar…Poco después de volver a Madrid Velázquez pintó a la real pareja por separado. Aunque no se conservan los originales, que eran de cuerpo entero, tenemos un reflejo parcial de ellos en los retratos de tres cuartos que guarda el Kunsthistorisches Museum de Viena”.

Y Salort Pons (Diego Velázquez, pintor 1599-1660, Arco-Libros 2008, p. 126), se expresa aún con mayor rotundidad: “El primer cuadro original y oficial de cuerpo entero de Felipe IV creado por el maestro después del viaje a Italia no parece que se haya localizado, si bien su aspecto se conoce a través de una obra de taller (San Petersburgo, Hermitage) que se puede datar hacia 1632 y de la que existen varias versiones conservadas en diferentes museos”.Bennassar (Bartolomé Bennassar: Velazquez: Une Vie, Paris 2010,p.65) es también contundente sobre la existencia de un prototipo de la década del 1630 que sirvió de modelo para los otros cuadros…”pues la cabeza es en todos los casos idéntica”. Aún mas reciente es el libro de José Manuel  Cruz Valdovinos Velázquez un pintor cortesano, Madrid 2012, que presta mayor atención a esta serie reproduciendo el generalmente ignorado ejemplar del Hermitage además de la pareja de Viena, “que siguen un modelo desaparecido”.

Dentro de la inseguridad en que se mueve la doctrina sobre la datación exacta de los retratos del rey con melena rubia corta e imberbe – tanto el de medio cuerpo con armadura y banda carmesí del Prado como el de cuerpo entero vestido de negro con la orden del Toison existente en varias versiones (los del Prado y Metropolitan, el que procede del marqués de Leganés del museo Gardner de Boston y algún otro menos seguro) y él hermoso (calificación de Pérez Sánchez) ejemplar del museo Ringling de hacia 1627, se puede decir que Velázquez no había pintado a su señor por lo menos en cuatro años que incluyen su ausencia de España. El pintor se enfrentaba a un nuevo reto ya que el aspecto físico del modelo había cambiado sustancialmente y él tenía que demostrar a quien le había dado el permiso y sufragado el coste del viaje que había aprovechado el tiempo en la tierra de Miguel Ángel y Rafael. Nos podemos imaginar una cierta expectación por ambas partes al comenzar los preparativos del posado. El rey preguntaría a su pintor favorito por los artistas que había conocido en Génova, Venecia, Roma, Nápoles… Velázquez visitó a Ribera en esta última ciudad donde disfrutaba de gran prestigio como pintor de los virreyes de España desde el famoso Duque de Osuna, Virrey hasta su caída en 1620. Y hablarían del Buen Retiro y del príncipe heredero a quien debía retratar también. Al rey Felipe, que en la treintena estaba en el apogeo de sus reconocidas aficiones venatoria y donjuanesca nadie puede negarle su interés y exquisito gusto como coleccionista de arte. Tenía el cabello más largo con melena y color rubio más oscuro que el artista modularía con unos precisos brillos áureos matizando las ondas. El modelo iconográfico que inaugura presumiblemente este retrato real, relacionado con la urgencia que denota el documento citado de septiembre de 1632, precede históricamente a los otros que la doctrina moderna generalmente asigna a la década de los treinta después del regreso de Italia, que siguen una línea prototípica distinta que calificaremos de “idealizada”: el Felipe IV de castaño y plata de la National Gallery, y los dos del Prado, Felipe IV de cazador y el ecuestre destinado al Salón de Reinos que es el mas famoso de todos. La imagen del Rey Planeta llamado Felipe el Grande – por evidente instigación del Conde Duque de Olivares cuyo retrato en grabado figura al frente del libro laudatorio del licenciado Juan Antonio de Tapia i Robles Ilustración del renombre de Grande, Madrid 1638 - (fig.2) queda desde entonces bien establecida: cabeza ladeada de tres cuartos, la melena de pelo castaño claro de suave ondulación, el bigote levantado - que centurias mas tarde fascinaría a Dalí - , mosca y perilla decorando el prominente mentón de los Austrias, que roza el cuello de golilla creado para él. El grabador ha sustituido la ropilla por la marcial armadura con el Toisón colgando. De Gue Trapier (Velazquez, New York 1948, p.185) dice del grabado que “se parece mucho a los retratos de Viena y Hampton Court”, lo cual es bien cierto aunque embellece la nariz. En la barroca orla se lee Ex Archetypo Velázquez y Matriti 1638. Es decir el arquetipo del retrato del rey que permanecería en Madrid.

Creemos que el llamado Silver Philip de Londres que también tiene la cabeza ladeada merece mención aparte entre todos por diversas razones, comenzando por la espectacular indumentaria del monarca, tan diferente a la tradicional basada en el ropaje negro de los Habsburgo, la idealización de sus facciones mas características (la nariz, el labio inferior y mentón, melena corta mas rubia, expresión mas dulce que indolente) (fig.3) y el sorprendente billete con la firma del autor en la mano del rey. No es un retrato institucional de Corte, pues parece más bien de celebración de fiesta y sin pareja. Hay que estimar infundada su relación con la serie que estudia este artículo tanto por razones estilísticas como documentales.


                               Figura 3. Velázquez, Felipe IV (Silver Philip). Londres, National Gallery

En los últimos retratos que hizo Velázquez a Felipe IV hacia 1655, la versión con el Toison de la National Gallery – que sirvió de modelo para el grabado de Pedro de Villafranca de 1657 - muestra al soberano con la melena mas larga y papada por lo que parece posterior a la del Prado que es la imagen favorita de los copistas y de la doctrina. En ambas la cabeza aparece mas centrada pero es notable la semejanza – a pesar de los años trascurridos entre uno y otro - de algunos detalles cual es la resolución pictórica de los párpados superiores con el retrato reaparecido, objeto principal de este trabajo.

 El nuevo prototipo inspiraría los grabados de Herman Panneels de 1638, al que sigue Juan de Noort en 1641 y Lázaro Diaz del Valle en 1651 (fig.4). Pero serán los retratos grabados de Villafranca nombrado grabador real en 1654  que como hemos dicho  reproducen la fisonomía del monarca de viejo los  que se impondrán para uso de  copistas autorizados o ajenos por completo a la Corte como muestra la serie de retratos reales imitativos de Velázquez reproducidos en el libro de López- Rey (ed.1963).


                                    Figura 4. Lázaro Diaz del Valle, 1631,Philipus IV y otros retratos

La aparición en el mercado de arte madrileño de un ejemplar con esta tipología reaviva el debate entre los estudiosos sobre la identificación del arquetipo que los autores presumen perdido aunque apenas hay constancia de investigaciones encaminadas a buscar su rastro (fig.5). Se trata de un cuadro al óleo sobre lienzo – evidentemente recortado - de 50 x 43 cm. mostrando solo la cabeza regia de melena larga con golilla y ropilla con botonadura hasta medio pecho con el perfil de los hombros destacando sobre un fondo oscuro o ennegrecido que a la luz intensa enseña tonos marrones de óxido y al  lado izquierdo dos fragmentos de una cortina roja y un trozo de la manga derecha en el que sobre el color gris azulenco se distingue un bordado o encaje negro trazado resueltamente que nos sirve para relacionarlo estrechamente con los cuadros de Viena y San Petersburgo en los que se aprecia la manga completa con el mismo dibujo repetido hasta la muñeca (fig.6). El lienzo está reentelado de antiguo. Los detalles sueltos indicados, especialmente el de la manga y la reflectografía que revela los colgantes de la orden del Toison (fig.7 bis) confirman: a) que el cuadro no fue originariamente ejecutado por su autor en la forma que ha llegado a nuestros días sino que ha sufrido una amputación importante debido a un accidente posiblemente con fuego ya que una parte del cabello presenta importantes abrasiones no restauradas. Y b) que procede de uno de tamaño y apariencia similar a los cuadros de la serie citada por lo que si se reconoce su calidad superior a la de aquellos bien puede ser que nos encontremos ante lo que queda del prototipo perdido. Las huellas de craquelado son especialmente bien marcadas en el rostro del soberano (fig.7). El cuadro se presentaba sin marco con algunos pedacitos de pintura precariamente sostenidos a la tela en las esquinas como si se tratase de una cáscara de huevo roto, mostrando la preparación blanca. La técnica pictórica es muy similar a la que se aprecia en el retrato de Doña María de Austria (Museo del Prado) que Velázquez realizó en Nápoles en 1630, según las noticias de Pacheco y Palomino, también pintado sobre blanco de plomo. Este cuadro lo trajo en su equipaje el propio artista con destino al  rey Felipe.  



             Figura 5. Atribuido a Velázquez,  Felipe IV,  51 x 48 cm.Col.privada, Madrid

                                     Figura 6. At. a Velázquez, Felipe IV, detalle adorno manga




Figura 7. At. a Velázquez, Felipe IV, detalle mostrando craquelado en rostro


En la reflectografía se aprecian huellas de los colgantes del toison lo que prueba que el cuadro original lo tenía al igual que el ejemplar del Hermitage. Confirma que necesita restauración sobre todo la melena contigua al ojo izquierdo.

                                         Figura 7 bis. Reflectografía del cuadro (J. M. Cabrera)

Un cuadro con meritorios avales entre Sao Paulo y Barcelona. Bardi y Gudiol
En la historia inmediata del cuadro figuran dos especialistas que pueden considerarse - como los califica un escrito anónimo que acompañaba la documentación - sus descubridores. Pietro Maria Bardi y José Gudiol, ambos autores de sendos libros catálogos sobre Velázquez. Bardi, Velázquez Opera completa Rizzoli 1969; Edición en español de Noguer de 1970 con cuatro reimpresiones posteriores y en francés, Flanmarion 1969. J.Gudiol: Velázquez. Historia de su vida, catálogo de su obra y estudio de la evolución de su técnica, Barcelona 1973 y edición en inglés Velázquez, New York 1974. Creo que la circunstancia de no haber conocido Bardi este cuadro antes de la publicación de su catálogo influyó decisivamente en su mala fortuna. Pero ambos dejaron testimonios muy positivos sobre el cuadro reaparecido en Madrid, que es preciso analizar aunque todavía faltan por hallar documentos más concluyentes sobre la implicación de Bardi y la salida de España del retrato.

El profesor florentino Pietro Maria Bardi (La Spezia, 1900- Sao Paulo 1999) figura con méritos propios en la bibliografía esencial de Velázquez desde que publicara el catálogo razonado de su obra en 1969. La versión española publicada por la editorial Noguer de Barcelona, siguiendo un criterio de diseño equivocado para toda la colección destaca en letras grandes el nombre del escritor de la introducción literaria, Miguel Ángel Asturias, relegando en letras pequeñas el autor principal. En la revista argentina Histonium (revista mensual de cultura e información mundial según reza el subtítulo) número 394 de marzo de 1972 página 31, dentro de un artículo dedicado al museo de Bellas Artes de Sao Paulo se destaca la personalidad de Bardi como director fundador de este museo brasileño y sus logros en la formación de su  colección de obras de arte. Después de resaltar su descubrimiento de un cuadro de Velázquez, el retrato del Conde Duque de Olivares, “pintura que muchos no atribuían al ilustre maestro”, dice textualmente en el párrafo siguiente: “Otro notable descubrimiento es el de una tela representando la cabeza de Felipe IV, que había sido propiedad del Director de la Casa del Greco de Toledo, Don [sic Mariano] Rodríguez de Riva; el profesor Bardi manifestó, luego de una experimentada pericia, que era un Velázquez auténtico. Y así resultó en verdad, al ser finalmente restaurado en un taller español especializado en el barroco hispánico”.

El artículo viene ilustrado con una fotografía del cuadro dando sus medidas, citando el informe de Gudiol a que nos referimos a continuación y terminando con la frase, “Es un reciente descubrimiento del profesor Bardi”.Gudiol (Vich 1904-Barcelona 1985) había  ayudado a Bardi en la autentificación del retrato del Conde Duque citado que vino  a ver a Sao Paulo en los años sesenta. En su libro de 1973, Gudiol lo reseña bajo el num. 38 como obra del año 1624, mencionando en la bibliografía su estudio “El Conde-Duque de Velázquez en el Museo de Arte de Sao Paulo”, Coloquio 22, February 1963”.

En la documentación del cuadro reaparecido en Madrid se encuentra una carta informe (en copia notarial de Buenos Aires), con membrete del Instituto Amatller de Barcelona del que era director Gudiol que lo firma y fecha 28 de Abril de 1971, al propietario del cuadro señor César Vairo de Buenos Aires. “Creo que podemos estar satisfechos del resultado obtenido con la limpieza del retrato de Felipe IV de su propiedad. Trabajo realizado en Barcelona por el señor André Asturiol, técnico especializado en la restauración de pintura española antigua”. Más adelante añade que “el Sr. Asturiol declara que los materiales que integran lienzo y pigmentos son idénticos a los que fueron utilizados para la pintura de dos obras de Velázquez, que él restauró en fecha no lejana”.

El párrafo central de la carta es ambiguo en cuanto a definir su opinión de considerarlo de mano del maestro sevillano o simplemente de su taller. Después de relacionarlo con el retrato del museo de Viena y explicar que el pintor según la evolución de la apariencia física del monarca iba pintando originales de los cuales el artista, auxiliado por los maestros de su taller, realizaba diversas repeticiones, incluye “entre los tres únicos ejemplares que se conocen de este modelo, “el suyo”. Los tres fueron ejecutados, sin duda alguna, en el taller de Velázquez”. Cierra la carta con unas palabras que parecen querer valorar mas positivamente el cuadro: “Yo, por mi parte, puedo dar testimonio de la excelente calidad de este retrato, de su buena conservación y del interés que representa para el estudio del gran pintor de la Corte española”.

El libro de Bardi con el catálogo de Velázquez mencionado tuvo varias ediciones en diversos idiomas, pero nunca fue revisado el texto original de 1969.El cuadro de Vairo es posterior.
   


                               Figura 9 Velázquez y taller Felipe IV,  Hermitage, San Petersburgo
 
 Injustamente postergado es el gran retrato perteneciente al museo Hermitage de San Petersburgo que se conserva entero con el fondo de una espléndida cortina roja plegada y balaustrada exterior con nubes. Fue adquirido por el Zar en 1850 al liquidarse calamitosamente la colección del extravagante Willem II rey de los Países Bajos muerto en 1849 (L.R. num. 248, 2,01 x 1,20 m como probable taller de Velázquez, de Mazo según el museo en 1963, taller de Velázquez después)[15] (fig.9). Cruzada, que lo vio, lo aprobó como Velázquez describiéndolo minuciosamente y resaltando el alto precio alcanzado en la subasta: 310.520 reales de vellón, (Anales, 1885 num.69).Al comentar el documento de Septiembre de 1632 se pregunta “¿Qué retratos serían estos? De ellos existen en la Galería Imperial de Viena el que representa a Felipe IV a la edad de 27 años y ya en él aparece definida la manera veneciana que se acusa en los pliegues…el segundo estilo de Velázquez”. (Ibid, p.75) Cruzada es probablemente el primer autor que se ocupa de esta serie de retratos de la pareja real. Stirling Maxwell (Annals) lo reconoce en la colección del rey de Holanda. Beruete y Allende-Salazar no comparten el entusiasmo de Cruzada ante este retrato pues lo rebajan a copia de taller.

Estos dos últimos retratos nos dan una imagen más completa  de cómo debía ser el original “perdido” – especialmente el de San Petersburgo que es de cuerpo entero -  y mostrando la decoración del fondo con una cortina abierta a la derecha descubriendo una terraza al exterior. Por esta particularidad del fondo, Brown llama a este prototipo “The Philip IV on a logia”. (Ibid.85). Varios autores suponen que Velázquez se pudo inspirar en el retrato que Rubens o un seguidor hizo del Rey en 1628-29 (Museo Hermitage y Galleria Pallavicini de Génova) simplemente porque su postura es parecida y hay un exterior de fondo. Lo cierto es que son muy diferentes.

Hay que añadir por razón de semejanza de la cabeza con nuestro cuadro y la controversia doctrinal que originó el retrato de cabeza y hombros que Mayer dio a conocer en su libro de 1936 y reproduce el catálogo de López-Rey bajo el número 253. Madrid, Marqués de Zurgena (fig.10). Lafuente Ferrari lo incluyó como original en la exposición “Velázquez y lo velazqueño” de 1960 (num. 65, Marquesa de Zurgena) , sin duda influido por Allende- Salazar y Mayer que habían rectificado su opinión negativa al verlo en Londres en la Galería de Thomas Harris después de su limpieza en 1937, considerándolo auténtico de Velázquez. Pero López- Rey disiente en este caso del cambio de criterio de Mayer, y lo juzga de “una mano distinta a la de Velázquez”. No obstante con su característica prudencia al reseñar el número siguiente correspondiente al retrato de medio cuerpo enviado al escultor Tacca (en Mayer es el n.227) para la gran estatua del Rey, nunca conocido, deja abierta la posibilidad defendida por Allende y Borenius de que fuera éste el original perdido. Se trata de un cuadro de 66 x 54 cm de menos de medio cuerpo vistiendo un traje extraño con la cabeza y rostro muy semejantes al reaparecido en 2010, hoy completamente olvidado por la crítica. Los grandes elogios citados quizás se deban a la habilidad comercial de Leon Harris.. Fue adquirido por Caja Madrid en la década de 1980. Visto por el autor en el 2014 tengo que manifestar mi acuerdo con la opinión de Lopez-Rey.



Figura 10 Atribuido a Velázquez,  Felipe IV, Bankia, Madrid


        Figura 15 bis Copia del cuadro c.S.XIX. Museo IberCaja, Zaragoza (foto de E.G-H).


                Figura 15  Copia del cuadro c.S.XIX. Segun L-R (1963) Paradero desconocido

Otra probable copia es el cuadro que poseyó Camón Aznar y pasó luego de su muerte a su Museo de Zaragoza donde estuvo muchos años como obra original hasta que en una reciente reorganización se ha rebajado esta calificación a obra de su círculo (fig.15 bis).Visto por el autor en reciente visita  confirmo su semejanza con el ejemplar de Vairo es decir cuando ya estaba cercenado el retrato original. El examen de los archivos fotográficos bajo custodia del Instituto del Patrimonio Histórico del Ministerio de Cultura arroja algunos testimonios gráficos relacionados con este retrato recortado de Felipe IV. El Archivo Moreno posee una placa (4372 C) Marqués de Donadio (Madrid) con un retrato con un buen marco que parece copia aunque incorrecta y con traje diferente. Otra imagen que sin duda procede del cuadro estudiado aquí es la Placa 4575 C que muestra al Rey con el añadido del Toisón, la nariz y los ojos mal pintados y muy deteriorado. El otro Archivo adquirido por el Estado es el del fotógrafo francés Laurent, al que se integran los de sus sucesores Lacoste y Ruiz Vernacci hasta 1960, cuya consulta no descubre ningún cuadro de interés a nuestro objeto.

Como posibilidad de que se trate de nuestro cuadro encontramos el retrato de Felipe IV de 56 x 42 cm que anota López-Rey (1963) como num. 292 (sin ilustración). “In the inventory of Don Serafín García de la Huerta de 1840…Marqués de Saltillo, Arte Español, vol.18,1951 pp..170-210”- Consultado este abigarrado y extenso inventario - mas de mil cuadros - de 1840, del pintor y anticuario madrileño bien conocido y rastreado por los especialistas de Goya y sus seguidores, encontramos bajo el número 879 “lienzo con el retrato de Felipe IV dos tercias de alto por dos cuartas de ancho, 4.000 reales” que es una de las valoraciones más altas del inventario.



Conclusiones  
1) Sabemos que el Conde Duque ya en 1628 concibió el proyecto de una nueva serie iconográfica de la familia real para que la pintara Velázquez y que éste, probablemente, ya había empezado el cuadro de la Reina Isabel actualizando un retrato anterior antes de partir para Italia el cual lo terminaría a su regreso en 1631 en unión de un retrato totalmente nuevo del Rey mostrando por vez primera el bigote levantado y la melena larga así como el del infante Baltasar Carlos nacido en su ausencia.
2) Sabemos que confirmando este deseo de Olivares, en 1632 se le pagaron a Velázquez 1.200 reales para el envío a la Corte de Viena de los retratos de los reyes, un importe que cubriría los gastos derivados del cumplimiento del encargo como embalaje, transporte y quizás salarios de ayudantes. Dichos retratos constituyen la referencia básica de que existió una nueva serie arquetípica pintada por Velázquez de la que subsisten varias parejas de cuadros con variantes en la indumentaria de sendos personajes ejecutados con la asistencia del taller a lo largo de esta década. El que posee el Hermitage de cuerpo entero y el que conserva Hampton Court desde 1638-9 son los que siguen con mayor fidelidad los rasgos faciales del retrato reaparecido.
3) Sabemos que los Inventarios reales registran desde 1701 hasta la guerra de la Independencia (1808-1814) la existencia en los palacios reales de una pareja de Felipe IV e Isabel de Borbón de medidas que se corresponden con el cuadro de la Reina Isabel que se integró en la Galería Espagnole de Louis Philipe d´Orleans mientras que el correspondiente al Rey desaparece probablemente en la destrucción del Buen Retiro durante la guerra de Independencia, dejando un rastro de imitaciones del retrato recortado de cabeza y hombros reaparecido en el año 2010 en una sala de subastas de Madrid.
4) Sabemos que el retrato de Felipe IV reaparecido conserva varios detalles que lo relacionan con los cuadros de Viena y San Petersburgo lo que demuestra que se trata de un fragmento de un retrato de cuerpo entero que juzgado por el tamaño de la cabeza alcanzaría las medidas del de la reina es decir las dos varas y media y una y media (o tercia) que dan los inventarios.
5) Sabemos, en un grado muy alto de certeza, que Bardi vio y estudió este cuadro en Sao Paulo juzgándolo como un descubrimiento de un original de Velázquez y que Gudiol lo tuvo en Barcelona en 1971 para su limpieza emitiendo un informe muy positivo a su propietario argentino sin llegar a afirmar la total autoría del maestro sevillano.
6) Opinamos sobre el nuevo retrato que aunque necesite restauración denota la mano de Velázquez y es excepcional en mas de un aspecto notablemente el de intentar penetrar - sin desdoro de la augusta condición del modelo - en su personalidad humana sin disimular los rasgos fisonómicos característicos de los Habsburgos como son el mentón prominente y el labio inferior grueso, logrando trasmitir la impresión de un rostro inteligente, sensible a las artes y débil de carácter. Se puede decir en resumen que es un retrato de la mirada del rey. Sus ojos de buen conocedor están pendientes de su pintor predilecto que se atreve a superar los límites del retrato protocolario de propaganda política (fig.20).

     Figura 20  Velázquez, La mirada del rey (detalle del cuadro reaparecido)
                                         
Enrique García-Herraiz
Madrid Agosto 2012. Revisado en Abril 2021. Texto completo en docs.

                    



viernes, 2 de diciembre de 2016

Velázquez: Acerca de mi artículo sobre mi descubrimiento del prototipo del retrato de Felipe IV de 1631 por Velázquez

                                          Fig.1. Detalle del retrato de Felipe IV 

Anuncio a mis seguidores que  he decidido publicar en este blog el artículo con mi investigación sobre el cuadro procedente de subastas Ansorena 2010 (Fig. 1).  La entrada en la que resumía mi investigación ha recibido muchas visitas pero me desilusiona la ausencia de comentarios. Las  revistas españolas que me conocen como Archivo Español de Arte y Goya aceptaron en principio el artículo ...pero los evaluadores se lo cargaron sin ni siquiera manifestar interés en ver el cuadro. El catálogo de Ansorena lo reproducía en página completa pero de un  color muy diferente al original. Al no retirarlo el propietario el cuadro reapareció dos veces mas durante el año 2010 . Yo mismo no me apercibí de su calidad hasta que lo pude ver bien en la subasta de Diciembre. El precio había descendido hasta los 10.000 euros desde los 30.000 iniciales siempre como "Taller de Velázquez". Pedí una luz potente y satisfecho del análisis subí a la segunda planta para hablar con el especialista que tenía documentación no menciomnada en el catálogo. Segun la revista argentina Histonium P.M.Bardi lo creía auténtico. El propietario argentino lo llevó a Barcelona donde fue restaurado bajo la supervisión de Gudiol. Decidí adquirirlo - por el precio de salida - seguro de que había hecho un gran descubrimiento. Me fuí entusiasmado al Casón del Museo del Prado para consultar con Javier Portús mostrándole imágenes y catálogo. "Buena impresión pero necesito la autorización de Finaldi para verlo". Gabriele Finaldi caballerosamente accedió honrando nuestra buena amistad aunque me manifestó por teléfono  que el no  reconocía en el cuadro la mano de Velázquez. Al parecer lo habia visto ya en Ansorena .Portús vino a mi casa y no negó la posible autoría pero apuntó ·que tenía "partes flojas" . Trage a la conservadora Rocío Dávila a casa y me aconsejó que lo restaurase solo el Prado recomendandome a Portús como máximo conocedor  del pintor sevillano.Jubilada me manifestó despues que no quería sacrificar su tiempo que necesitaba para ocuparse de sus nietos. Nada que objetar.  Compuse un artículo con mis investigaciones e ideas propias. Pero chocó con los anónimos evaluadores de Goya y Archivo que me reprochaban que el artículo se proponía exclusivamente demostrar que el cuadro procedente de Argentina era el original o mas bien la parte principal del prototipo que todos los autores creen perdido.Otro me preguntaaba que porqué Bardi no lo habia publicado en una edicion posterior ignorando que el catálogo de Velázquez del profesor Bardi solo conoció una edicion aunque tuvo varias reimpresiones. Sigo creyendo en los resultados de  mi investigación  que  reconstruye el rastro de esta pintura que originalmente debía ser el retrato de cuerpo entero de Felipe IV que Velázquez hizo a su regreso de Italia en 1631 para formar  pareja  con el de la reina Isabel de Borbón actualmente en la colección Wildenstein de Nueva York. Fue don Mariano Rodriguez de Rivas quien lo vendió al coleccionista argentino Vairo segun se deduce de la referencia de Histonium.Me temo que los evaluadores se proponian ante todo no disputar la terminante opinión de Finaldi que habia circulado por los aledaños del Prado. La  direccion del Prado no  acepta el cuadro para su estudio y  restauración como pedía Rocío Dávila.Lo lamento y mantego mi opinion. El cuadro sigue en mi casa y cuando muera yo lo herederá mi hijo Miguel que me ayudó a pagarlo a Ansorena.

No soy un novato en estos menesteres de descubridor. Un  Murillo, un Eugenio Lucas importante , un Zurbaran (ambos publicados en Archivo y Goya) y un Guido Reni lo avalan. Los dos primeros vendidos al Estado y hoy en el museo de Valencia y en el Prado respectivamente. El Zurbaran volvía a Sevilla desde el puerto de Londres listo para su presentacion en la misma Cartuja de donde procedía según mi investigación . Allí se celebraba la Exposiciçon Universal de Sevilla cuando el incendio fortuito terminó con su existencia viajera. Aparte de los tres picassos de primera época con el famoso Gypy Boy de Horta 1898´...Buen ojo cultivado en años de observación y estudio. Y después laboriosa y cuidadosa investigación de fuentes y doctrina.Aprovecharé algunas observaciones críticas para mejorar el texto que decido colgar en mi blog a fin de que pueda ser conocido y comentado por los especialistas velazqueños de todo el mundo. Todos coinciden en que se perdió el prototipo del que son copias los retratos de Viena y San Petersburgo. Yo creo que el que presento es lo que queda de aquel despues de los destrozos del palacio del Buen Retiro en la guerra de la Independencia.Mayo 2019. 

sábado, 10 de septiembre de 2016

Ismael Smith se anticipa a King Kong



El 13 de abril de 1924 Ismael Smith, cinco años después de llegar a Nueva York para avecindarse aquí con su madre y hermanos, traza a lápiz  cuatro dibujos sobre papel grueso en sentido horizontal de las páginas de 32,5 cm. con un tema sorprendente: La Bella y la Bestia. La anotación de la fecha hecha mecánicamente con un aparatito muy común en la época no permite precisar el orden del proceso creativo. En sus  largos años neoyorquinos Ismael utilizaba el lápiz para crear lo que imaginaba o copiaba. Primero con trazo suave que adquiría pronto firmeza hasta su terminación. Sólo si se sentía enteramente satisfecho con la imagen lograda volvía con un nuevo instrumento, la pluma cargada de tinta china, para reforzar sobre las líneas de lápiz lo que quería plasmar. Y por supuesto raramente se decidía a inscribir su nombre con la fecha y lugar. Por eso, creo que su hermano Paco rememorando en su casa de Irvington, solía decir que su hermano nunca terminaba nada. Una evidente exageración que prueba el escaso interés que prestaba al talento de su hermano (Fig. 1)




Fig.1 Mono gigantesco acariciando a una mujer que huye



First: I remain my followers from U.S.A. that Ismael Smith lived and died in New York from 1919 until 1972. Over there he is only remembered for his Ex-Libris or Book- plates.
Ismael Smith era un gran dibujante animalista. Sus cuadernos de apuntes de Barcelona y Paris lo atestiguan. Y las ilustraciones del libro Cabeza de Pato (Ed. Muntañola, Barcelona 1921) realizadas a tinta en 1917 lo prueban suficientemente. Otro ejemplo relacionado con el tema de esta entrada (Fig.4) demuestra su poder de observación y el dominio de su técnica con la tinta china.  Obsérvese en el primer dibujo trazado de primera intención con una seguridad pasmosa pese al difícil encaje  de los personajes en el rectángulo de papel, el cuidado que se advierte en matizar el trato amistoso del gran mono hacia la bella rubia desnuda, su presa . Los dedos, un tanto humanizados,  acarician la cabeza o al menos tratan de hacerlo  mientras su pie derecho casi roza el lindo pie izquierdo de la ninfa . En los otros dos dibujos (Figs. 2 y 3) el gran Mono parece haber descubierto a la  joven que huye en la distancia y en otra pose distinta al primero se entretiene en jugar inocentemente con su presa  sujetándola por los pies. La expresión facial del orangután  en los tres dibujos refleja ilusión en lugar de fiereza. En el primero que es el más acabado casi se diría que el dibujante trata de expresar sentimientos amorosos. En definitiva estamos ante una representación anticipada de lo que supuso en la escena mundial el estreno de la película de la RKO Films King Kong en 1933. El viejo mito del poder atávico del macho sobre la fragilidad de la hembra que tiene un renacer inesperado en algunos cuentos de la literatura francesa del XVIII, como el titulado La Bella y la Bestia de Madame Leprince de Beaumont,  ya había interesado al joven Ismael que plasma en sus primeras esculturas motivos resaltando el contraste entre la bella joven que se deja abrazar por el hombre de manos y cara semibestiales. Por ejemplo El Beso Pareja asomada a un escaparate.   






 

Fig.2 . Gran Mono acariciando los pies de la Bella



Fig.3 El gran Mono persigue a la Bella






Fig. 4. Chimpancé con tazón decorado (proyecto de publicidad)