Alangua (Bilbao 1916- Lima
2013) ha fallecido de muerte natural, es decir de viejo. Me llamó hace unos
días su esposa Margarita desde Lima para comunicármelo como buen amigo que era
de quien se sentía donde quiera que estuviese - Nueva York, Dallas o Lima – un
vasco español.
El título que doy a este
obituario es una forma simplista y puramente personal de su doble actividad
como artista aunque es preciso añadir que cultivó con asiduidad obsesiva el
dibujo y que conozco a coleccionistas de su obra que consideran esta última
faceta la más brillante y original. Como escultor hay que distinguir su copiosa
producción de imaginero religioso que deja numerosas vírgenes, crucificados y
santos en iglesias y conventos de España y Latinoamérica del escultor que
trabaja en su estudio moldeando barros que se transformaran en esculturas de
bronce con claras referencias a Moore , Oteiza y Chillida. El pintor y
dibujante Alangua se inscribe de una manera natural – aunque él mismo no
tuviera clara conciencia de su asimilación estética – en el mundo del color matizado con
exuberancias tropicales y el trazo
anguloso expresionista de artistas como el guatemalteco Guayasamin o el cubano
Mario Carreño. Su paleta mezclaba pigmentos para alumbrar amarillos de frutas
como el mango o el plátano, verdes , morados y rojos intensos que parecen
destilar sabores de sandías, higos o
pimientos. En pintura y dibujo le gustaba aprovechar toda la superficie de
lienzo o papel, esclavo del horror vacui, lo que es característico también de
la Escuela del Sur.
Julián Alangua fue becario a los 16 años de la
Diputación de Vizcaya y pronto ganó en
Madrid la medalla del primer premio de la Exposición Internacional de I946 cuyo presidente era el Marqués de
Lozoya, Director General de Bellas Artes. En una presentación del catálogo de
una exposición del artista dice Lozoya:”Era yo director general de Bellas Artes
y un buen día me llamó por teléfono el Conde de Romanones , el famoso político
liberal que presidía la Real
Academia de Bellas Artes de San
Fernando. Me habló de algo que le tenía admirado. Un muchacho bilbaíno, que
apenas había cumplido el servicio militar, le había retratado en un busto, que
a su juicio superaba a los que le habían hecho los mejores escultores…Desde
entonces he seguido la carrera artística de Julian Alangua, con el que me une
una excelente amistad…La fina percepción de Alangua para captar el natural, su
maestría en el modelado, hacen de él, un gran retratista…”
En efecto Alangua tenía gran
facilidad para captar el parecido y en sentido comercial debe a este género
gran parte de lo que ganó en su larga carrera profesional en América y España.
Sus años de juventud en Madrid los dedicó a la imaginería
religiosa pues como otros escultores de la postguerra se ocuparon de sustituir
las imágenes destruidas durante la guerra civil. Según el texto de Lozoya : Son
de Alangua el gran Santo Domingo de la iglesia madrileña de dicha advocación;
las Santas Isabel y Teresa de la Iglesia de Chamberí; la magnífica Asunción del
retablo mayor de la catedral de Santander ; los Sagrados Corazones en el
Sagrario de la Catedral de Segovia; varias obras monumentales talladas en
piedra en la restaurada catedral de Santander y en la iglesia de la Sagrada
Familia de Vallehermoso .De su largas estancias en Perú donde se casó y en Brasil quedan numerosas esculturas
religiosas aunque de muchas de ellas no aparece su nombre como autor pues tenía
la mala costumbre de terminar las obras escultóricas sin firmarlas.
Pero su pasión era la escultura de tema original a
partir del barro. Los temas van desde la
maternidad, el beso o los equilibristas a los tótems donde se encierran ritos y
creencias de la América pre-hispana.
Expuso en Nueva York, Lima, Rio de Janeiro, Madrid… Se merece una antológica en
su querido país vasco. Enrique Garcia-Herraiz (Madrid 25-10-2013)
Alangua realizando el busto del autor en 2006 |
Homenaje al Guernica, New York 1965. (Bronce 26 x 28cm.)